Asistimos a una proliferación acelerada de nuevos restaurants, de atracciones relacionadas con la gastronomía y enología, Escuelas de Chefs, festivales gastronómicos, rutas de degustaciones y catas. El Enoturismo y el Turismo Gastronómico se han convertido en la nueva vedette de la oferta de ocio. Comer y beber han dejado de ser únicamente necesidades biológicas para transformarse en vehículos de experiencias.
Desde hace unos años la oferta tradicional de ocio y turismo viene cediendo mercado a propuestas como spas y balnearios, rutas arquitectónicas, rutas del vino, rutas gastronómicas, turismo rural etc. Pareciera que la forma de consumir destinos ha dado un giro para incluir otros sentidos más allá del estrictamente visual, más allá de la contemplación pasiva de paisajes, monumentos, playas o montaña. El gusto, el olfato, el tacto prometen ser nuevos canales de disfrute.
La proliferación de las rutas gastronómicas acompaña una tendencia de recuperación de la alimentación tradicional local y el cuidado en los procesos de producción. Esto da como resultado circuitos vinculados en muchas ocasiones a certificados de calidad y denominaciones de origen, donde el viajero acompaña proceso productivo y la consecuente degustación artesanal. En España se puede destacar el éxito de productos como quesos, aceite de oliva y vinos. Otro turismo gastronómico más sibarita sitúa el deleite en la vanguardia culinaria de los grandes restaurants. Ambos comparten la búsqueda de la excelencia y la calidad, lejos de la estandarización y masificación.
Por su parte, el “boom del vino” ha hecho del acto de beber una afición sofisticada y ha reforzado el desarrollo de un turismo específico, el “enoturismo”, donde la cultura del vino es el lei motiv del viaje y no un integrante más de la ruta gastronómica. El turismo del vino fue posicionándose como un mercado en sí en los países productores de antaño como Francia, Italia y España, seguidos por nuevos competidores que pujan por alcanzar su lugar: Australia, EEUU, Argentina, Chile, entre otros. Las “rutas del vino” han pasado a ser un producto específico de las regiones productoras y un atractivo clave para numerosos turistas.
Lo que subyace a estas ofertas, desde cierto punto de vista “heterogéneas”, es un giro desde prácticas mayormente visuales hacia formas que incluyen todo el abanico sensorial para internalizar las particularidades culturales. A partir de mediados de siglo XX, la naturaleza del consumo se ha complejizado y los elementos no-materiales y simbólicos han comenzado a prevalecer como atractivos para el consumidor. El turismo, como catalizador de tendencias, ha demostrado saber captar este giro hacia la búsqueda de productos de ocio específicos de los que el enoturismo y el turismo gastronómico son ejemplos paradigmáticos.
En un mercado global en donde los destinos turísticos compiten entre sí para la captación de consumidores (visitantes o turistas) como si se tratara de empresas privadas, identificar los valores de identidad de un territorio, seleccionar aquellos que aporten ventajas competitivas diferenciales, y transformar los recursos en productos / servicios de consumo, son elementos estratégicos clave en la planificación de los destinos.
En C4T ofrecemos servicios de diagnóstico, diseño e implantación de Planes Estratégicos, de Competitividad y de Creación de Productos para destinos turísticos. Si quiere profundizar algunos de estos conceptos, o plantear una situación específica, no dude en ponerse en contacto con nosotros.
Luciana Asinari - C4T
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