En el actual escenario de crisis global no deja de sorprenderme cuando compruebo que, proporcionalmente, expertos, estudiosos y opinadores en general se refieren mas a la necesidad de extremar las medidas para mejorar la rentabilidad de los negocios que a la necesidad de profundizar en la mejora de la competitividad de los territorios.
Hace años que defiendo que para conseguir cualquier tipo de actividad económica excelente hay que trabajar un binomio indisociable: Negocio y territorio, un binomio que formulado vendría a representarse por: Actividad económica de éxito = negocios rentables + territorios competitivos. No conozco el crecimiento, mejora y consolidación de negocios en territorios que no sean competitivos, que no hayan dispuesto todo un conjunto de medidas y condiciones objetivas para propiciar el establecimiento y crecimiento de dichos negocios. De hecho en la base de las teorías de la clusterización este es un principio fundamental.
Preguntémonos hasta que punto la situación de crisis de algunos países está mas relacionada con las capacidades competitivas del propio país que con las capacidades propias de sus empresas. Porqué territorios como algunos lands alemanes tienen claras perspectivas de mejora y otros, en otros países, presentan y presentarán claras incapacidades para superar la actual situación.
En términos de desarrollo turístico la competitividad de los territorios es un aspecto especialmente clave, es difícil conseguir un destino turístico que pueda crecer y consolidarse si no extrema las condiciones que lo permitan ser altamente competitivo. En la actual situación de competencia global la competitividad de un destino pasa, entre otros aspectos, por entender que el territorio en el que se desarrolla la actividad turística es mucho más que un puro soporte físico para facilitarla. Hemos de entender y visualizar los destinos y sus territorios también como recurso y como producto por lo que la planificación urbanística, aún siendo importante, dista mucho de ser todo lo que se necesita. Ya no es solo cuestión de disponer de determinadas infraestructuras y una buena ordenación territorial ahora, hay que poner también el acento en la planificación estratégica integral. Un destino también ha de tener fijada su visión y misión como si de cualquier otro negocio o proyecto se tratara.
A lo largo de mi actividad profesional he dirigido y participado en diversos planes estratégicos de destinos turísticos de cualquier escala, desde nacionales a regionales, comarcales o locales. También he podido analizar y evaluar otros planes donde, tras mas o menos brillantes fases de análisis, el plan suele perder fuerza en la medida en la que se va exigiendo nivel de concreción. Pocos consiguen convertirse en auténticas “hojas de ruta” del destino y muchos menos disponen de tablas de indicadores y evaluación que permitan ir corrigiendo y ajustando algunas de las medidas y acciones propuestas o, simplemente, evaluar el grado de éxito que obtienen.
Un plan estratégico de destino turístico es hoy una herramienta necesaria y clave para conseguir la referida competitividad del destino. El plan habrá de tener vocación práctica y aplicable y debería ser capaz de proponer una batería clara de acciones a llevar a cabo en el medio plazo con sus correspondientes indicadores de éxito y ajuste al tiempo que asigna responsabilidades para su ejecución. Lejos de ser políticamente manipulable, un buen plan estratégico ha de regirse por los principios inspiradores de transparencia y participación transversal, ser potencialmente aplicable y realizable y disponer de un alto grado de consenso. Tendrá que identificar y fijar unas líneas estratégicas claras y determinar unos objetivos concordantes con éstas pero, sobre todo, habrá de ser capaz de conseguir la implicación real de los empresarios en su consecución estableciendo mecanismos de participación, cofinanciación y corresponsabilidad que hagan que la competitividad del destino sea una cuestión compartida por todos aquellos comprometidos con su éxito.
Xavier Vives
C4T
Socio Director
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